diciembre 08, 2005

UN AMOR EN QUE AÙN/ ARMANDO ARTEAGA

Libros
NOTAS
SOBRE LA POESÍA
DE ARMANDO ARTEAGA
A PROPÓSITO
DE SU LIBRO:
UN AMOR EN QUE AUN
O LA REALIDAD
MANUFACTURADA
WILLY GÓMEZ MIGLIARO
En una primera lectura de "Un Amor en que Aún", el segundo libro de poemas de Armando Arteaga, vino a mi memoria un pasaje de "La Realidad y el Poeta" de ese gran poeta español de la llamada generación del '27, Pedro Salinas (en realidad conferencias dadas hacia 1939 y reunidas en libro, y que muy bien asimila en su antología para un panorama de la poesía latinoamericana el crítico colombiano José Cobo Borda) en la cual esboza, con razón, que la poesía es la realidad total, el universo todo, y piensa que es posible subdividirla en cinco apartados, de los cuales quedé, en el instante, seducido. El primero -y cito- sería la fase psicológica de la realidad: amor, religión, duda e interrogación ante la vida, misterio de la existencia.
El segundo sería el de la naturaleza. No mirada hacia adentro sino hacia el exterior. Un paisaje que pueda contemplarse desde afuera, mediante una lírica de la percepción objetiva, en el cual nos introducimos gracias a ese sentimiento que tiñe todo cuanto ve.
La tercera fase -y desde aquí procuraré escribir, más adelante mis notas sobre el libro de Armando- sería la Realidad manufacturada, el mundo de lo fabril. Y nos dice: la gran ciudad moderna es una condensación sin par de fiestas poéticas. Y añade: Así como los sentimientos y las cosas naturales son tan viejos como el mundo, esta realidad artificial, mecánica, es una criatura de nuestro tiempo. Y prosigo, una cuarta fase que es la atención del poeta hacia los hombres, es decir sus acciones, llamada también poesía épica o narrativa; y finalmente una quinta fase que es el vasto conjunto de sistemas filosóficos: el pensamiento sobre la vida, la contemplación, en otras palabras, poesía del intelecto. Pero todas estas fases no son sino, momentos que explican la trascendencia del poeta, y en el caso de Armando, he visto con amargura y he advertido en su libro, escrito con magistral atrevimiento, la grave, delirante y angustiosa fase de la realidad manufacturada cuya escena primitiva es una poesía negándose así misma de tanto corazón en esta calle como bellamente lo sentencia en "Sexo libre de mi libre averno", uno de sus poemas.
Los círculos concéntricos del núcleo de poetas coetáneos de Armando Arteaga -la denominada Post-setenta o Los Líricos como me lo hizo saber alguna vez Róger Santiváñez- fueron trazados con magnífico oído musical y extensión del verso, una nueva des-construción de las formas líricas aparecída hacia 1978, mientras el coloquialismo genial, facilista y populista de los poetas que iniciaron la década del 70 (a dios gracias su gran ruptura con toda la poesía del siglo pasado fue significativa) se iba, prácticamente, desmitifícando.
Y aunque las coincidencias de Armando con sus coetáneos y estridentes poetas de la primera década del '70, sean numerosas, existen también diferencias significativas y desfaces textuales que por intuición o reflexión que da la experiencia, supo advertir para tomar cierta distancia.
Sus tempranas lecturas -y es de suponer por lo que he leído y sigo leyendo y conversando con Armando- de los viejos poetas vanguardistas latinoamericanos, llámese Juan José Tablada, Macedonio Fernández, Oliverio Girondo y Vicente Huidobro por citar algunos, crearon en él un magisterio personal de escritura que fue dando a conocer en revistas como "Agua", "Aukí", "Macho Cabrío" y "Ómnibus", hermosos poemas como "Una muchacha rueda su aro por mi calle", "Oda al Cinzano, y el intenso poema "Crónica de una muchacha peruana". Y un poco más tarde se sumarán su "humano marxismo" o leninismo o maoísmo, encarnado ya en poetas como César Vallejo, Pablo Neruda de "Canto General", Roque Dalton y Ernesto cardenal, que celebra ya en su primer libro "Callejón sin Salida" (Lima 1986).
Cielos! Toda una dependencia casi teórica y práctica que la tradición obliga para que no cojeé el que ha decido (no sé si por haber escuchado el llamado) a ser poeta.
La aparición de una temática nueva como la ciudad no ha significado necesariamente una ruptura con las premisas del pasado en la historia de la poesía, y menos aún el mensaje esperanzador y revolucionario, un nuevo evangelio, para que, los nuevos poetas, no tengan porque abrazar la anarquía. Armando es un anarquista y frente a la precariedad de los modelos vigentes y decadentes ya de nuestra tradición poética, lo nuevo, en Armando, es su experiencia y su emoción. El se alza, solitario, con una canción de amor, con la ilusión de que sus palabras develen aún más la realidad manufacturada de la cual hice alusión al empezar estas notas.
Y razones tiene, porque en él la poesía avanza como una marea y también como un amontonamiento de calles, musas, bares y hombres que mueren miserablemente:

"Por las noches íbamos a los bares a beber cerveza"
.....................................................................................
"Estábamos borrachos y nos detestábamos" (1)
"La calle por donde tú vienes
no encuentra sino tu ausencia" (2)
O esa casi elegía:
"El Gran Grover
se fue solo
sin despedirse
un domingo" (3)
Revestir el espacio en la cual estamos condenados, solos, ante lo que se va formando de soledad, resulta traficar de manera obscena con nuestro cuerpo y exponerlo al desprecio, y la voluntad de ese cuerpo ciego e insoslayable, alcanza todavía, nueva purificación en el dolor:
"De qué puedo estar feliz? De qué
puedo sonreír?. Si soy apenas un estúpido terrestre
muñeco apenas, de estos aires, de las revistas
snobs en donde pasa siempre iluminada
la poesía surrealista que duerme en el polvo
de todos los tiempos,
no te quedes en los anaqueles de bibliotecas raras"" (4)

Y, frente a la página en blanco donde las palabras oscuras y bellas ofrecen un baile de gracia mística, de arrebatos, el poeta encuentra, con ellas, las indefiniciones del amor (no es, acaso, el amor, una creación como diría Octavio Paz?) y de un país que subvertido revela, secretamente una ilusión de cambio. Cambio que sólo su palabra, iniciando un viaje, define:
"Olvídate de mí amada esta tarde
Te estoy olvidando todavía en este instante
en que el sonido de Ten Years After anuncia
Nueva tristeza en el retrato de la bruja
Vamos a darnos un paseo en el carro de la negra
Mira este país tan cerca de lo distante donde
aparecen registradas las fantasías" (5)

Por eso, la aprehensión imaginativa de su experiencia hace estimable este cuerpo del delito en que se ven convertidos cada uno de sus poemas, verdaderos campos donde los conciertos de rock progresivo le recuerdan a la muchacha flaca en otra muchacha que fuma marihuana en un hotel de la ciudad de Lima o Apurímac, las calles europeas donde nace o muere el existencialismo del individuo, del Prometeo encadenado, del inconforme llorando entre las bestias. El poema es una vez más la construcción de un mundo insuficiente donde todo es posible.
Una lectura, pues, de "Un amor en que aún" de Armando Arteaga, transtorna muchas ideas establecidas que sirven de pretexto para cantar, porque sentencia en uno de sus versos: la ciudad es el último desierto que nos queda, ganando así hondura y extensión sin provocar rupturas, ni pretender una nueva forma de poesía, sino poetizar, con una temática confesional, su propio territorio desvastado y sórdido donde no ha hecho sino atemperar el miedo de su destrucción. Ha ganado, nos ha ganado en voz y emoción, sí, y está depuesto ya su orgullo.
Siempre que la libertad del poeta, su ascenso desde la intemperie prorrumpa con belleza, la Poesía, frente a la verdad del silencio que sufrimos, será la canción verdadera. Y Armando lo sabe, y yo soy feliz.

(1) Crónica de una muchacha peruana.
(2) Dibujando.
(3) In memorian.
(4) y (5) Sexo libre de mi libre averno.

Centro de Lima, Verano del 2000



UN AMOR EN QUE AUN/ ISMAEL PINTO
De Armando Arteaga,
Unión Libre Editores,
Lima, enero del año 2000


Armando Arteaga (Piura, 1952) es un poeta que mayormente tiene su obra poé­tica dispersa en diversas revistas, muchas de ellas, como es usual entre nosotros, de vida breve o brevísima: Ave Destino, La Sagrada Familia, Macho Cabrio, Kilka Blues, Hipocampo de Oro y otras, de res­tringida circulación. Quizá, por ello, ni siquiera es mencionado en la reciente an­tología de la Poesía Peruana Siglo XX, no obstante por su obra tener, mucho ma­yor derecho de mas de uno de los que allí figuran.
Arteaga publicó anteriormente el 98, y bajo el mismo sello editorial, su primer poemario: Callejón sin salida. Ahora con Un amor en que aún, deja sentir nueva­mente su voz. De esta entrega novísima, escogemos el poema Sobre el muelle:
Porque a veces / Uno se siente triste / Y muere todo lo extraño / Que amamos /
Y no sabemos por qué / No muere todo aquello / que nos hace morir / Que nos
hace vivir amando extrañamente / Con­templando el mar; / Signo de la muerte, /
Signo de un pez en un acuario / Y des­pués nada. Nada.
(Diario Expreso, Cultural, Vitrina de papel, sábado 4 de marzo del 2000)


Un amor en que aún
Armando Arteaga.
Unión Libre Editores


Este breve volumen contiene 27 poemas de Armando Arteaga, poeta piurano nacido en 1952, cuya obra se encuentra dispersa en diversas revistas de literatura, así co­mo en suplementos culturales de diversos medios impresos.
Recordamos aquí sus colaboraciones en revistas como "La Sagrada Familia", "Macho Cabrío", "Kilka Blues" e "Hipo­campo de Oro". Los poemas de Un amor en que aún revelan que el tópico afectivo -que sigue siendo una constante en la obra de Arteaga- es recreado desde una visión intimista y cargada de melancolía. Son frecuentes en esta entrega las refe­rencias urbanas y la desenfadada explora­ción por los recovecos en los que a menu­do fluye -y casi siempre se empoza- el sentimiento amoroso.
La Revista Domingo, La República, 5 de marzo del 2000.



Biblioteca Breve
Armando Arteaga. Un amor en que aún.
PEDRO ESCRIBANO
Unión Libre Editores. Lima, 2000.91 p.

Un aliento urbano recorre todo el breve libro de este poeta que sabe de Lima, de sus veredas, de sus gentes y también de sus cálidos rincones de bohemia literaria. Ar­mando Arteaga, según este texto, es un vate que combate la soledad, la nostalgia del amor y los rigores de la vida.
Su poesía en ese sentido co­bra una dimensión testimonial -no biográfica-. En sus versos -también en los sentimientos del poe­ta- advertimos una constancia: el diálogo del amor y la muerte («Signo de un pez en un acuario/Y después nada. Nada»). El tema, la poesía o la amada, que para el autor viene a ser el mismo asunto de su escritura poética.
Entre sus poemas, destacamos «Crónica de una muchacha peruana» y «Ave sexual», dos textos que si se despercudieran -mal que avasalla el libro- de ese lastre de versos chapuceros de algunos poetas del setenta, se leerían mucho mejor. Con todo, Arteaga entrega un texto más limpio, incluso algunos poemas con resplandor.

(Diario La República, Cultural, Perú, Viernes, 12 de mayo del 2000).


Al mar vinieron las voces
ARMANDO ARTEAGA: UN AMOR EN QUE AÚN
Por José Vargas

Conversando el otro día con un grupo de amigos en un bar del Callao -de esos en que aún se puede conversar-, el meloso y lento ritmo de un bolero de Los Panchos, nos dio pie a una con­versación alrededor de los libros de Armando Arteaga. arqui­tecto y amigo antiguo, y fiel seguidor de a pie y de a caballo, del bolero bien bailado y mejor cantado. Y entonces Guillé Rodrí­guez Turbay, el viejo y endémico enamorado al lanzar entre pecho y espalda el cuarto "cuba libre", nos cantó casi llorando: "El agua es hembra /y aroma de tabaco la noche..." Le cogi­mos la mano, para que no se mande el quinto, mientras amena­zaba con leernos todo el reciente libro de Armando.
Un amor en que aún. es el último poemario de Armando Arteaga, Piura 1952. Lo conocimos de raspetón allá por 1987; con estudios de arquitectura, escribía sobre cine y literatura en Expreso. Nos alcanzó su primer poemario de apenas 40 pp. sin numerar, de las que la mitad estaban impresas sólo por un lado. Estas irreverencias bibliográficas nos llamaron la atención y fue el gancho de quedar impactados de su amaña­do pero casi domeñado lenguaje poético, a partir de Como latas de Nescafé y terminar en Callejón sin salida que causaba el nombre de la entrega. Sus palabras se bañaban entonces, en la nada, la soledad, la mujer, para cerrar este circuito con la muerte, haciendo fintas con el suicidio. En el presente libro sucede lo mismo, sólo que brilla más una extraordinaria tensión lírica y depurado lenguaje poético, macerado sin duda por el paso de los años y los lares. Ello nos alegra.
Al terminar el libro de 52 pp. nos queda una extraña sensación en la boca por el tratamiento que da a la palabra, al llevarla de un extremo al otro de la expresión, a la que por momentos desnuda en un intento por mostrarla tal y como fue concebida, emergiendo y desapareciendo la poesía, como en un juego de escondidas, por utilizar el cavileo analista de Rodrigo Carnero. Y así somos involucrados en un torrente donde somos parte del absurdo, del fracaso, de su nada, como la hembrita amada que a desdenes nos mata, y se va con el eco del último bolero masticado en un ron Pampero: "En los cuervos que traen lo boleros, /los boleros se escriben por amor, / ven cuervo, vamonos por allí / que tu cuerva ya se fue".
Entonces la poesía de Armando es la poesía de la soledad, con sus calles, con nombres de ausencias; es decir de la nada, que es el antifaz sucio del suicidio. Y a contrapuesta dialéctica -valga la redundancia- emerge la mujer como un gozne de un carrousell sin sentido. Y claro, toma coherencia en cualquier tarde en un bar con un par de boleros. Porqué?, porque los boleros siempre son tristes: "En los cuervos que traen los boleros, los boleros se escriben por amor/ ven cuervo, vamonos por allí que tu cuerva va se fue". Por eso la muerte es una constante, y como el cuervo se pone al lado de la sombras, las tardes y el silencio. Un nihilismo que habremos de recepcionarlo a lo Camus, como eternos Sísifos condenados al absurdo. Ese existencialismo que lo paten­tiza cuando nos dice que la vida es "una forma de ausencia de tragedia sin sentido". Pero todo esto, somera­mente dicho, se extiende como una sábana conmovedora a través del extraordinario poema Crónica de una muchacha peruana.
Volviendo al bar chalaco. Rodríguez Turbay ya no puede con su genio; y mientras Los Panchos casi en un susurro nos cantan "Flor de Azalea", nuestro viejo recita: "Mariel: cerré los ojos y lamí / la sal de tu piel, tu sexo de miel. Pude haber muerto, pero te amé".
Y el amor como un himno épico a veces triunfante y otras trágico (creemos) es lo que lo mantiene a Armando Arteaga. Y a Ud. no?
A partir de aquí, imposible ignorar al extraordinario Armando Arteaga.

(Diario El Callao, Cultural, Perú, viernes 16 de junio del 2000).


Diagramas al paso   
ARMANDO ARTEAGA: Breve crónica de la poética marginal y urbana.

Con un lenguaje directo, austero y desarrollando temas eternos del Poeta -el amor, la muerte, la vida- y, con temáticas, también, de la cotidianidad y del entorno urbano, el poeta Armando Árteaga (Piura, 1952), autor además de Callejón sin salida, nos entrega ahora Un amor en que aun, y siempre es, poemario que recoge el trabajo que el tiempo ha sabido guardar en manos y memoria del poeta. El libro se constituye en una crónica per­sonal e impersonal en donde la diversidad y las instancias varias que recoge el autor en una peregrinación por los extramuros de su personal visión "una estúpida mañana de febrero...", dejan observar/sentir la paciencia de "esperar con la prudencia de Doña Pru­dencia/ que desde su balcón arroja flores...'" sin saber a quién ni adonde. Asimismo, los textos denotan un encanto que al final de la lucha con la palabra se hace desencanto, desencanto levemente herido por el amor a la(s) muchacha(s). Y es que lo "urbano y marginal" presente en cada latido del libro pasan desde el nacimiento hasta la adultez del mismo, que no la muerte, o quizá sí, pero de esa muerte plácida y redentora, como aquella de la resurrección del tercer día, para seguir entre las calles, en un café, descifrando los grafittis del camino elegido. Miguel Ángel Guzmán.
 
(Olandina, Revista Internacional de Literatura y Arte, Año X-N-17, Enero-Abril 2003).

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