octubre 20, 2009

4 BREVICUENTOS PARA LEER EN EL AVIÓN/ Alvaro Menen Desleal

4 BREVICUENTOS PARA LEER EN EL AVIÓN
 

Alvaro Menen Desleal



1

Un pasajero, a su vecino de asiento:
-¿Has visto? El periódico informa de otro accidente de aviación.
-Sí, he visto; en la lista de muertos estamos nosotros.

2

El pasajero, al tripulante: ¿Qué isla es aquella?
-Señor, esa isla no existe.

3

Una recién casada, al sobrecargo:
-Señorita, ¿por qué arde el avión?.
-Es natural, señora: estamos en el infierno.

4

Un sacerdote, a la azafata:
-En vez de esa música moderna, ¿no pueden poner algo
delicado?
-Lo siento, padre; es la única que saben tocar los ángeles.

 
En la muerte de Alvaro Menéndez Leal
Clemente Guido

Nació en Santa Ana, El Salvador, el 13 de marzo de 1931 y murió el 6 de abril del 2000.
Es uno de los grandes de la narrativa centroamericana.

Dedicado enteramente a la literatura, tuvo el raro don de ser un ganador de premios literarios al extremo que aún al final de su segunda edad conquistó lauros que motivaron la protesta de algunos escritores jóvenes de su país porque era “un acaparador de premios que debería estar retirado”.

Los grandes no se retiran.

Su pseudónimo (ALVARO MENEN DESLEAL) fue famoso en toda América y Europa, especialmente en Argentina donde vivió por muchos años, en Francia y Alemania, donde dio clases de literatura lo mismo que en algunas universidades de los Estados Unidos.

Invadió con éxito el ensayo, el periodismo, el teatro, la poesía, pero fue su suerte el cuento breve, raro arte destinado solamente a los raros... como RUBEN DARIO, el maestro de la narrativa breve de América.

Como a todo artista con sensibilidad social, le preocuparon los problemas socio-políticos de su país y estudió Ciencias Sociales en la Universidad de El Salvador.

Es difícil decir cuál es la mejor obra de ALVARO MENEN DESLEAL porque TODAS son su mejor obra, pero algunos críticos señalan como tal a LUZ NEGRA, ganadora de los Juegos Florales de Quezaltenango en 1965.

Pero si de premios se trata, él los cortó en abundancia: Premio Nacional de Cultura (El Salvador) en 1968, Premio Miguel Angel Asturias (Guatemala) en 1970, etc., etc., etc.

Fue un favorito de EDUCA, por su calidad, la que le editó la mayor parte de su obras.

Los libros que le dieron fama bien merecida y que deben ser estudiados por los narradores jóvenes del istmo que piensen dedicarse al cuento breve, son: Cuentos Breves y Maravilloso, La ilustre familia androide, (comentada por nosotros en NAC hace algunos meses), El fútbol de los locos (comentario que tenemos pendiente), Tres novelas cortas. Para escribir en los muros (poemario). La bicicleta al pie de la muralla, y queda sin publicarse EL GRAN FINAL (ensayo).

El cáncer, sí señor, ese fue el que lo mató, pero fue el cáncer del páncreas, no el de la envidia que le tuvieron muchos raquíticos del pensamiento que lo acusaban de conflictivo porque era un experto en polemizar sobre los temas que dominaba, pero sobre todo porque le gustaba destruir a los ídolos de barro de la literatura de su país.

Que descansen en paz el hombre que le dio a El Salvador las mejores obras de narrativa breve, las que deben ser estudiadas pero difícilmente superadas por los escritores jóvenes de toda el área.

Cayó un gigante.

Que no se alegren los enanos.

Campo Bruce, Abril 10 del 2000